BULLYING-RACISMO: Mi carta de despedida
Me llamo Aisha y tengo 15 años mi familia es musulmana, pero yo nací en España.
Me considero una chica normal, me gusta jugar a videojuegos con mis amigos, salir de compras con mi madre y pasar la tarde en el centro comercial, y por supuesto me gusta salir a comer fuera con mi familia.
El año pasado mi familia y yo nos tuvimos que mudar a Barcelona, porque a mi padre le habían ofrecido un nuevo puesto de trabajo, donde le ofrecían mucho más dinero y por menos jornadas.
Cuando nos mudamos a nuestra nueva casa situada en un pequeño pueblo cerca de la costa, nada más llegar, mis padres no tardaron en inscribirnos a mí y a mi hermano en un centro escolar, para que pudiéramos seguir con nuestra formación. Las clases comenzaban la semana siguiente, mientras tanto me entretenía decorando mi habitación y jugando videojuegos.
El primer día por la mañana me vestí y me puse mi uniforme, cabe decir que a comparación con otros uniformes éste era el más bonito. Bajé, desayuné y le di un beso de despedida a mi madre, acompañé a mi hermano hasta su colegio y luego fui rumbo hacia mi nuevo instituto.
Iba a empezar mi nueva vida y esperaba que todo fuera como yo había imaginado.
Era grande y limpio, tan limpio que podía ver mi reflejo en las baldosas del suelo.
Mi clase se encontraba en la segunda planta, estaba llena de carteles en inglés y en catalán, la pizarra estaba llena de fórmulas matemáticas, y los pupitres parecían haber salido de las típicas películas estadounidenses de instituto.
Me sentí feliz y muy ilusionada.
Todavía nadie había llegado así que me senté al lado de la ventana en la segunda fila, diez minutos después sonó el timbre y las clases se empezaron a llenar de adolescentes revolucionarios, no sabía distinguir si era un instituto o un zoo. El día fue normal, conseguí hablar y relacionarme con algunos de mis nuevos compañeros.
Las clases me fueron bien, hasta la última, que me tocaba física y química con una nueva clase que no conocía de nada. El profesor me hizo presentarme, aunque le rogué que no quería porque me daba vergüenza, de camino a mi asiento noté algunas risitas, pero no le di importancia al asunto. Al final de la clase se me acercaron mi grupo de compañeros, y me preguntaron sobre el hiyab que llevaba, uno de ellos hizo una broma sobre él, preguntándome si lo llevaba porque estaba calva, a lo que todo los demás se rieron, y yo sin enfadarme les expliqué que era una decisión propia y que formaba parte de mi cultura y de mi religión. A pesar de que me hizo sentirme un poco incómoda no le di demasiada importancia, no sabía que en ese momento habían comenzado todos los sucesos que me han traído hasta aquí.
Poco a poco las semanas transcurrían, y los sucesos como estos iban aumentando en tiempo y en crueldad, ya no eran bromas ahora eran comentarios, cuchicheos y risitas cuando yo pasaba, a veces cuando entraba en un sitio se hacía el silencio y poco a poco me fui quedando sola, ya nadie me hablaba, sino era para reírse o burlarse, y al final han conseguido que me encuentre totalmente sola.
No como, ni duermo, he adelgazado mucho y apenas puedo concentrarme por lo que mis notas han bajado, lo que todavía me hace sentir peor.
Cada día que transcurre es un calvario para mí, siento como si me estuviera ahogando en un mar de tristeza sin fín, noto como cada parte de mi se apaga incluyendo mis recuerdos más felices. Trato de animarme haciendo las cosas que más me gustaban, pero al fin y al cabo todo vuelve a empezar el lunes por la mañana.
Me pregunto si habré hecho bien en no contárselo a mis padres. Mi padre siempre me dice que tengo que plantarles cara a los abusones y que tengo que ser valiente y coger el toro por los cuernos, pero sinceramente no sé cómo hacerlo, y siento que, si le cuento esto, también le decepcionare a él y con eso sí que no podría. En cuanto a mi madre simplemente no quiero hacerla sufrir, bastante tengo yo ya, como para hundirla conmigo.
Sé que ellos están preocupados porque han notado un cambio en mí me preguntan que me ocurre, pero no quiero que se preocupen y les digo que no pasa nada, que ya se me pasará, o me invento una excusa como que me duele la cabeza para intentar explicar mi comportamiento.
Hoy me han pegado una paliza, me encuentro dolorida y triste. Nadie puede ayudarme, sé que esto nunca tendrá fin, ellos son muchos y yo estoy sola. No sé qué hacer.
Ya no puedo más, estoy cansada y necesito dejar de sufrir.
He tomado una decisión.
Sé que mis padres no lo van a entender, pero poco a poco lo superarán y yo al fin descansaré.
Si tan solo hubiese encontrado un poco de comprensión… si alguien se hubiera interesado en mí o hubiese levantado su voz para ayudarme, quizá las cosas hubiesen sido de diferente manera.
Si leéis mi carta es que ya no estoy aquí.
Por último, me gustaría pediros, que, si alguien se encuentra en la misma situación que yo, alcéis vuestra voz, le hagáis ver que no esta solo y le ayudéis para que no se encuentre tan triste y perdida como lo estoy yo.
Lucía Sanz
Muy buen texto y sobre un tema muuuuy importante! Enhorabuena!
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